martes, 29 de marzo de 2016

ÚTERO-Civilizaciones Olvidadas. L. G. Morgan

#13Capítulos13Semanas
CAPÍTULO VIII
Página 2

The Gyntal Ridge-korbox-Kentaro Kanamoto

The Gyntal Ridge - Kentaro Kanamoto

Fueron seleccionados cien hombres, y armados convenientemente. Los Recolectores les guiaron a través del llano hasta más allá de la colina que cobijaba el Poblado. Los gañidos de los perros hicieron palpitar la noche, y algún llanto infantil o algún murmullo proferido en sueños. Pero nadie salió de las tiendas a enfrentarse con ellos.
         A pesar de que el poblado tenía cierta extensión, resultaba abarcable de un solo vistazo desde la posición que ocupaban los hombres de Fao, algo más elevada que la planicie donde se alzaban las tiendas. Más o menos en el centro se hallaba la única construcción de piedra, una estructura oblonga con tejado de pizarra. Casi ninguno de aquellos hombres interiores había visto nunca un asentamiento como aquel. Solo conocían la vida bajo la tierra, el tipo de ciudad y de organización donde vivían los suyos desde hacía generaciones. Pero en aquellos momentos la cólera del dios resultaba para ellos más temible que cualquier amenaza que pudieran suponer aquellos seres desconocidos, así que dejaron de lado la extrañeza o el miedo y obedecieron sin rechistar lo que ordenaban sus Jefes.

Dando por hecho que aquella casa de piedra era el lugar común y que, en buena lógica, allí tenía que haber sido conducida la prisionera, una partida de hombres, los más experimentados entre ellos, se adentró hasta los alrededores de la casa en silencio, para cubrir todo su perímetro tratando de hallar la entrada. Mientras, el resto de la hueste de Takl-isten-Fao ocupó posiciones estratégicas en el poblado, quedándose de vigilancia para evitar cualquier sorpresa.
         La puerta estaba abierta a medias. Dos de los hombres se abalanzaron adentro y comprobaron que la gran casa estaba vacía y que los últimos rescoldos se extinguían en el hogar. Unas cadenas rotas les hicieron saber que la prisionera había escapado o había sido liberada por alguien. Daba igual, era una catástrofe en ambos casos.
         Volvieron a la noche y se lo contaron a sus Jefes. La búsqueda de la muchacha no había concluido, pero tal vez fuera tarde para ellos en ese aspecto. Lo que estaba en su mano era borrar cualquier vestigio de su paso por allí, reducir a cenizas el poblado y eliminar así el recuerdo de que existía un mundo bajo la tierra, y unos hombres que vivían en la oscuridad.

Unas pocas palabras bastaron para transmitir las consignas necesarias. Los hombres se distribuyeron por todas partes y se repartieron entre ellos teas suficientes para su cometido. A un mismo tiempo, se encendieron las llamas y entonces empezó la carnicería. El fuego se extendió por lonas y cuero como ávidas lenguas, que en pocos instantes levantaron al cielo sus brazos naranjas y oscilantes, hasta ennegrecer aún más la noche.

Si te gustó, compártelo

No hay comentarios:

Publicar un comentario