lunes, 21 de marzo de 2016

ÚTERO-Civilizaciones Olvidadas. L. G. Morgan

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CAPÍTULO VII
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hall vikingo


La Gran Casa de Piedra

(Fotografía de Jorgen Norgaard)

Era noche cerrada. En la Gran Casa de Piedra se habían reunido los representantes de todas las familias de la tribu, uno por cada tienda. Era el consejo de adultos que regía todos los asuntos de la comunidad, desde las disputas que pudieran surgir entre sus integrantes hasta el reparto de pastos y provisiones o la obligación de velar por los miembros más débiles de la tribu. Pero en esta ocasión se trataba de otra cosa, algo distinto a nada que hubieran tenido que tratar. Se habían congregado para resolver el destino de la mujer de los Pálidos, la que había traído Krom a la aldea para vergüenza de su madre y de su padre.
         —No podemos dejarnos guiar por sentimientos de ninguna especie —dijo el ciego Crull, tras presentar a la asamblea los puntos destacables del asunto—, debe guiarnos solo la razón. Ante nuestros ojos, pensaréis todos, se encuentra solo una joven mujer, que no parece arrastrar más culpa que uno cualquiera de nuestros niños. Pero todos sabemos lo que dicen nuestras leyendas. Sammyn y yo la hemos identificado ante todos vosotros y decimos que pertenece al pueblo de los Pálidos, y os prevenimos: Guardaos de ella y de su raza. Está escrito, ellos traerán la destrucción.
         Sammyn y él habían decidido también otras cosas, entre ellas la suerte y el destino de la muchacha Pálida, nada más verla por primera vez. Ella era «el otro», el enemigo ancestral de su raza. Solo por ser distinta a ellos, diferente en su apariencia y sus costumbres. Y como tal no merecía la compasión debida a los seres humanos. Y era también un instrumento útil de ganancia y de victoria.
         Pero había que cumplir los procedimientos. La repetición de los gestos tradicionales era la argamasa que garantizaba la cohesión de una comunidad. Había que ser respetuosos, y hacer emanar la decisión final de la voluntad de toda la asamblea. O que lo pareciera, al menos.
         —Está en juego una vida —intervino, tras meditarlo bien, un anciano venerable que portaba el tótem del oso rampante, de nombre Glenan—. ¿No deberíamos conocer las razones de la mujer antes de juzgar sobre su suerte?
         —Sabias palabras, viejo amigo —respondió Crull, asintiendo gravemente—. La vida y la muerte no pueden tomarse a la ligera. Pero olvidas algo igualmente crucial: ella no es como nosotros, no es un ser humano normal. No, es de un pueblo que vive y se arrastra bajo la tierra, en la oscuridad, sin atreverse a mostrarse a la luz del sol. Y, aún más, los suyos son el enemigo. Y la tradición dice que son multitud.
         —Además —apoyó Lobo, un guerrero joven que ya contaba con familia propia—, nosotros no hemos ido a su hogar a por ella. No hemos invadido su casa. Ella ha venido hasta aquí quien sabe con qué propósitos ocultos. Podría jurar su inocencia y seguiríamos sin poder saber si miente. Porque… —hizo una pausa dramática—, si fuera así, bien podría volver con los suyos y contarles todo sobre nosotros.
         »Yo digo que, al haber entrado en el poblado, se ha convertido en un peligro para nosotros.
         —Y hay otra cosa a tener en cuenta —esta vez la que hablaba era Cirall, una madre de mediana edad muy respetada por todos, una de las nueras del viejo ciego—. Recordad lo que ha dicho Crull sobre la «llave». Esta mujer puede darnos acceso a su mundo, para que lo limpiemos de cualquier posible amenaza. Y si además nos proporcionan los bienes de los que hablan, mejor que mejor. Sería la restitución de todo lo que les quitaron a nuestros antepasados.

El debate siguió más o menos en los mismos términos durante un corto lapso de tiempo más, pero el acuerdo fue rápido, tal como los dos Soñadores habían previsto.
         El liderazgo que ejercían era tan fuerte que sus opiniones solían ser ley para el resto del pueblo. Les debían muchos de sus logros y, según firme convicción, el bienestar y la paz de los que gozaba el clan desde muchos años atrás.
         En esta ocasión fue igual, triunfó la opción que querían.

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