martes, 22 de marzo de 2016

ÚTERO-Civilizaciones Olvidadas. L. G. Morgan

#13Capítulos13Semanas
CAPÍTULO VII
Página 2


Snow Spirit-Kang Young-ho



Snow Spirit

Kim Hye Soo
Photo by Kang Young-ho


La sentencia fue, por tanto, que harían confesar a la mujer Pálida o moriría en el tormento. Se consultaron los huesos para indagar sobre la hora propicia y se estableció que sería al siguiente amanecer cuando empezaría todo. De la chica misma dependería el resultado final: si respondía a todas las cuestiones que querían saber le perdonarían la vida, la tribu la proveería de víveres y agua y un guía la acompañaría hasta los límites de las tierras del Pueblo, para que se marchara hacia donde ella escogiese.
         Pero si insistía en el silencio, si se negaba a revelar la ubicación de su hogar subterráneo y los accesos a él, su destino sería la tortura y, tal vez, la muerte.
         Sammyn impuso una última condición. Aunque Laya respondiera con honestidad a sus preguntas y salvara la vida, tendría que irse de allí, fuera o no su deseo, y jurar no volver a tener trato alguno con ningún miembro de la tribu. La Soñadora justificó su exigencia diciendo que estaba en juego la salvación del pueblo. Tenían que librarse de la ponzoña de aquella extraña criatura, capaz de contaminar con su enfermiza naturaleza las almas nobles de los suyos, sobre todo de los más jóvenes y vulnerables.
         Pero eran otras sus verdaderas razones, desde luego. Ni ella misma creía en esa suerte de superstición, eso de que la joven mujer pudiera enfermar a nadie con su mera presencia era estúpido y absurdo. Pero Sammyn albergaba un terror profundo que no había sido capaz de compartir con nadie, ni siquiera con Uru, su compañero y el padre de sus hijos.

Hacía tiempo que los sueños que la visitaban le mostraban un futuro en el que no aparecía su hijo, el único varón que le sobrevivía. Sueños que la colmaban de un desconsuelo imposible de afrontar. Samynn sabía bien lo que era perder hijos, no en vano había perdido otros dos, a manos de feroces guerreros de otras tribus de las estepas áridas. Por eso mismo no podía concebir que el destino fuera tan cruel para arrebatarle lo poco que le quedaba.
         Llevaba varias lunas viviendo con el terror anidado en las entrañas, a causa de esos sueños difusos que solo mostraban ausencias. Pero dos semanas atrás había visto algo más.
         Ella estaba sola en medio de la pradera, mirando al horizonte vacío mientras una bandada de pájaros emigraba al sur más cálido. No había nada que ver y sin embargo lo sabía, tan claro como si se lo hubieran revelado los ojos. Krom se hundía en las sombras más densas que pudieran imaginarse, y desaparecía para siempre de su vida, engullido por una oscuridad sin forma ni nombre.
         Al despertar y rememorar aquello, Sammyn había pensado que se trataba de algún símbolo. Que tal vez el joven se perdiera en una cueva, sima u oquedad bajo la tierra. Y se había vuelto posesiva y vigilante por ese tiempo. Le observaba con atención y evitaba tenerle apartado de su vista mucho tiempo. Y se las había arreglado para que no fuera incluido entre los exploradores en varias de las ocasiones en que salieron buscando el rastro de la caza. Hasta que, con el paso de los días, se había dicho que no podía seguir así, que todo eran recelos vanos e injustificados.
         El padre de Krom la había reñido con justa razón, acusándola de empeñarse en hacer del chico un niño, de obligarle a vivir pegado a las faldas de su madre. Si él hubiera sabido… Pero había aflojado un poco, reconocía la sensatez de sus palabras.

El día que Krom pasó lejos de casa sus peores temores parecieron renacer con mayor virulencia. Aunque un pálpito le decía que seguía vivo, y las intuiciones nunca le habían mentido antes. Lo que no entendía entonces es qué querían decirle los mensajes, qué significaban. Así que cuando le vio aparecer con la muchacha... Cada pieza encajó en su sitio.
         Aunque la chica pertenecía sin duda a aquel pueblo mítico que habían aprendido a temer, parecía indefensa y muy asustada. Resultaba difícil imaginarla como un peligro para Krom, mucho más fuerte y curtido. Pero de pronto la Soñadora observó algo en la mirada de ambos, una clase de alianza entre ellos, un sentimiento más intenso que la vida misma, del que ni siquiera parecían ser conscientes. Y aquello la asustó más que las suposiciones anteriores. Se dio cuenta de que la muchacha miraba a Krom con algo más que afecto, parecía simple y llana adoración. Y él se mostraba protector y tierno con ella. Comprendió enseguida la amenaza real contra la que le advertían los sueños.

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