jueves, 3 de marzo de 2016

ÚTERO-Civilizaciones Olvidadas. L. G. Morgan

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CAPÍTULO IV
Página 4


The Word Lord-Jena DellaGrottaglia


Husser dio un respingo involuntario pero, pese a todo, se obligó a buscarle el pulso.
         —Está frío —dijo al fin—, y sus miembros rígidos por completo.
         —Eso quiere decir —exclamó con un hilo de voz uno de los acólitos más jóvenes, un muchacho apenas, con el pelo castaño y la piel nívea propia de su raza—, que en ningún momento ha podido ser el Padre el que…
         —El que ha encarnado al Dios —completó por él Asuri—. Quiere decir —tragó saliva con esfuerzo—, que ha sido Él, el propio dios, quien se ha manifestado ante nuestros ojos descreídos.

Aquel a quien llamaban el Padre yacía ante ellos, sobre el suelo de piedra, apagada su voz para siempre. Su misma existencia había sido un secreto para todos, excepto para la casta sacerdotal, que gobernaba todas las ciudades subterráneas a través de delegados dependientes del Gran Sacerdote de Takl-in-Maku, reconocido por todos como el supremo líder porque era la voz del Dios. Pero la verdadera palabra que escuchaban los fieles de todos los confines era la del Padre.
         Cuando, cientos de años atrás, los primeros de los suyos bajaron a la caverna recóndita de la Roca Negra, un hombre dirigía los designios del pueblo. Fue él quien escuchó la voz del dios en la oscuridad húmeda que les prometía una nueva vida. Fue él quien supo lo que había que hacer, quien rescató el espíritu encerrado en la piedra y se convirtió en sus ojos, su boca y sus oídos. Él fue el Padre de su pueblo, y moró para siempre bajo la Casa del Dios, como su servidor más entregado y su enlace con los hombres. Instruyó sacerdotes que siguieran sus pasos y cumplieran sus dictados. Y vivió para ver seis generaciones, en la oscuridad de las grutas y en el interior de la estatua del dios, al que daba vida ante su pueblo. A su muerte, el Gran Sacerdote de entonces le sucedió en el cumplimiento de la divina misión. Y así se había cumplido el pacto hasta ahora, cuando un suceso inesperado lo había cambiado todo.
         Husser no encontraba respuesta a lo que podía haber ocurrido, pero el hecho incuestionable es que el Padre había muerto y que el Dios, por vez primera, había venido a ellos desde un más allá desconocido y les había revelado su voluntad. Eso solo dejaba espacio para una cosa: el terror de no cumplir su mandato.

Se impartieron instrucciones inmediatamente. Se ordenó a los Recolectores preparar una expedición de caza para esa misma noche. Era cuestión de vida o muerte para todos ellos, se les dijo, que capturasen a la muchacha a toda costa. Al resto no se les diría nada, no podía permitirse que cundiera el pánico en la ciudad. Pero, sin embargo, necesitaban la ayuda de las otras comunidades, la cacería debería ser coordinada e involucrar todos los recursos.
         —Tendremos que recurrir a los comunicadores —decidió Husser—. Todas las ciudades tomarán parte en el esfuerzo. Está en juego la supervivencia de todos, no solo la nuestra. Aunque el Dios decidiera limitar a nosotros su cólera, la amenaza que supone la muchacha pende sobre todos, los Exteriores no harán distinciones, el premio a cobrarse es jugoso.

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